El monte de las ánimas by Gustavo Adolfo Bécquer

El monte de las ánimas by Gustavo Adolfo Bécquer

autor:Gustavo Adolfo Bécquer [Bécquer, Gustavo Adolfo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción, Horror
editor: Feedbooks
publicado: 1861-12-31T23:00:00+00:00


III

Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba á punto de sonar, y Beatriz se retiró á su oratorio. Alonso no volvía; no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho.

— ¡Habrá tenido miedo! exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose á su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la Iglesia consagra el día de difuntos á los que ya no existen.

Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió: se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.

Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campaña, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído á par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.

— Será el viento, dijo; y poniéndosela mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes con un chirrido agudo, prolongado y estridente.

Primero unas, y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso á su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silencio, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante, lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles, ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve, y cuya aproximación se nota no obstante en la oscuridad.

Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba á escuchar: nada, silencio.

Veía con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, oscuridad, las sombras impenetrables.

— ¡Bah! exclamó, volviendo á recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho; ¿soy yo tan miedosa como estas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oir una conseja de aparecidos?

Y cerrando los ojos intentó dormir… pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió á incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión; las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y á su compás se oía crujir una cosa como madera ó hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba á la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría escondió la cabeza y contuvo el aliento.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.